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Encastrado entre bloques de edificios y naves industriales, los 105×60 metros de césped artificial constituyen el único espacio verde de todo Saint-Ouen. A su lado, un niño vestido de chándal juega a la Playstation Vita, a apenas unos metros del cartel que prohíbe la entrada de menores de 16 en el bar. Antes del partido, los aficionados locales se juntan a tomar una cerveza en el Olympic, un bar de curritos frente a las taquillas del estadio. Mientras se afana en que la bufanda verdiblanca que rodea su cuello no interfiera con el Martini que se está enfilando, Hank Schrader se identifica como el líder de los aficionados del Red Star. Forrado de pósters de un Red Star en tiempos mejores, al fondo de la barra se encuentra un tipo con un aire a Hank Schrader, el cuñado de Walter White en ‘Breaking Bad’. Es en Saint-Ouen donde, poco antes de la exposición universal de París, Jules Rimet crea el Red Star Club Français. En Saint-Ouen se instalaron a lo largo de la revolución industrial, todo el siglo XIX y principios del XX las fábricas de compañías como Citroën, Alsthom o Martini, además de muchas otras tan anónimas como vitales en el tejido industrial francés.

El barrio entero fue regado con bombas por los Aliados en la primavera del 44. Aunque quizás la mejor descripción que se pueda hacer de Saint-Ouen es que desde después de la guerra todos sus alcaldes hayan sido del Partido Comunista francés. Sin ir más lejos, la compra del club por parte de los cataríes fue propiciada por el ex presidente francés Nicolas Sarkozy, uno de los pocos aficionados reales del club, de esos que estaban ahí en los momentos de Weah e Ibrahimovic, pero también en los de Rabesandratana o Luyindula. Al otro lado de la cancha, en una grada desprotegida de todo, queda espacio para un par de cámaras de televisión -la federación francesa ofrece todos los partidos de la división National gratis por internet- y para los aficionados rivales que se atrevan a hacer turismo en la banlieue parisina. El Red Star, pese a lo que su nombre pueda sugerir, fue creado por miembros sillonistas (democracia cristiana francesa) con el objetivo último de acercar a los jóvenes franceses al catolicismo. Los siguientes consejos le ayudarán a comprar equipacion psg al mejor precio, y en general para hacer buenos negocios en Internet en 2021, sin importar el producto que desee.

Eso es el PSG. Eso sí que se hace largo y duro: a primeros de marzo, la sensación térmica en Bauer es la de un francotirador sobre un tejado en Stalingrado. En el fondo sur del estadio no hay grada, ni siquiera un murete como en el campo del Rayo: Bauer delimita al sur con un bloque de pisos en el que ni un solo vecino se asoma a ver el partido de esta noche a pesar de que es contra los vecinos del París FC. A pesar de que en algunos medios se estuvo rumorando que una de las grandes estrellas del PSG se perdería este encuentro, todo parece indicar que ambos equipos podrán disputar este partido con sus grandes estrellas sobre el campo. Si París odia el fútbol, el fútbol también odia a París: el PSG es el club más odiado de Francia. Y sin embargo, una ciudad que mira al fútbol por encima del hombro, como mira a todo lo que viene del otro lado del Canal de la Mancha.

Cualquiera que haya jugado al fútbol en París se siente identificado con el once que saca el Red Star, una mezcla de inmigrantes de segunda generación entre los que destacan la estrella del equipo, un magrebí llamado Oudrhiri con el 10 -tan habilidoso con el balón como incapaz de deshacerse de él- y el capitán, un calvo con el 5 que calza adidas pero no se llama Zidane, sino Allegri y es central de esos que uno prefiere de compañero que de rival. Para él, jugar contra un club de París no es un derbi: “ici c’est le 93”, dice orgulloso, en referencia a las dos primeras cifras del código postal de Seine-Saint-Denis, el departamento al que pertenece Saint-Ouen, y uno de los que históricamente ha acogido a un mayor número de inmigrantes de las antiguas colonias francesas, y también de España y Portugal. A un club tan artificial como el PSG le corresponde una afición a su misma altura: durante años, el Parque de los Príncipes vivió enfrentamientos constantes entre sus propios ultras, por lo general de extrema derecha, que acabaron con un aficionado muerto en marzo de 2010. La paradoja reside en una afición racista para un club donde la mayor parte de sus estrellas hayan sido jugadores extranjeros como Rai, Ronaldinho, Susic o incluso Pauleta.

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